A medida que los años pasan, comenzamos a madurar y a experimentar nuevas etapas y responsabilidades en nuestra vida, reconocemos nuestras habilidades, pero también identificamos nuestras limitaciones. Muchas veces la sociedad deposita sobre nosotras grandes expectativas generalmente basadas en modelos que quizás no son reales, o sencillamente tienen otras capacidades distintas a las nuestras.
Desde pequeñas se nos ha inculcado perseguir la excelencia, dar lo mejor en todo lo que somos y hacemos. Y sin darnos cuenta, ingresamos en el peligroso terreno del perfeccionismo. Una carga pesada y muy frustrante que nadie está preparada para llevar.
Si has transitado por esa autoexigencia sabrás lo mal que te sientes cuando algo no sale como esperas o ni siquiera alcanzas a realizarlo por falta de tiempo. Si esto te está ocurriendo, debes tomar una decisión: Comprender que no eres perfecta, y que tienes limitaciones.
Todos creen que eres la «Mujer maravilla», que sabes todo, que siempre estás con energía, que tienes tiempo para brindar consejos, para ser buena esposa, buena madre, buena trabajadora, buena cristiana y además tu aspecto debe reflejar todo esto y mucho más. Pero llega la noche y tu cabeza explota de preocupaciones y pendientes que no llegaste a cumplir. Entonces te sientes agotada y frustrada porque aún tienes una larga lista de actividades por resolver.
Cierto día escuché a una señora contar que en su cocina tenía una caja a la que llamaba «la caja de las preocupaciones». Cada vez que estaba ansiosa y angustiada por algo y no tenía tiempo para hacerlo, se preocupaba, entonces lo escribía en un pedazo de papel y lo ponía dentro de la caja hasta el día siguiente. Había tomado la decisión de que una vez que depositara ese papel dentro de la caja, ya no pensaría más en él por el resto del día. A la mañana siguiente, luego de desayunar, iba a la caja y sacaba uno de los papeles que había escrito. Ya descansada y con una mente despejada podía pensar con claridad la mejor forma de resolver esas preocupaciones sin ansiedad ni agotamiento.
Nuestro maravilloso Jesús nos dio este consejo hace cientos de años cuando dijo: «Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene sus problemas» (Mateo 6:34 NVI). Vivir un día a la vez es la clave. ¿Por qué cargar con más de lo necesario? Entre corre y corre la vida y los almanaques se nos pasan y no llegamos a disfrutar de la belleza de cada día.
¡Disfruta de lo que tienes hoy y, hazlo bien! Vendrán días en los que podrás hacer otras cosas.
Entonces descubrirás que, con la llegada de la mañana, esa gran preocupación no era tan grande ni tan importante como pensabas.
Te animo a que escribas tus preocupaciones y ansiedades en un papel y las pongas en las manos de Dios. Es el mejor lugar donde depositarlas para poder descansar y descubrir que el único perfecto es Él, que nosotras por más capacitadas y esforzadas que estemos, tenemos un límite. No permitas que la preocupación te robe el gozo, agote tu energía, impida tu crecimiento espiritual y diluya el maravilloso tiempo de disfrutar a tu familia.
Permíteme decirte algo MUY importante, y tal vez te desilusione saberlo: Amiga, ¡no eres la Mujer Maravilla!