Los templos de congregaciones cristianas que desde hace años crecen cada día en Brasil donde se abren un promedio de 17 iglesias evangélicas por mes en todas partes, y sus fieles, cada vez son más numerosos para ejercer su fe.
«El fenómeno de los montes de oración se va consolidando. Son colinas en las afueras de las grandes ciudades que los fieles convierten en lugares de culto”.
En Río de Janeiro, el monte más concurrido es uno llamado Escada de Jacó (escalera de Jacob), en el barrio de Irajá, en el norte de la ciudad. Los domingos decenas de fieles suben hasta la cima de este pequeño montículo para orar de una forma más intimista a la que acostumbran en los cultos.
“Es un encuentro con Dios más reservado, parece que estamos más cerca, salimos de las cuatro paredes de casa, de la iglesia y buscamos esa intimidad aquí”, comentaba Luciana Marques, acompañada de su novio. Los dos pasaron un buen rato de la mano y con los ojos cerrados.
Si no fuera por el cartel de la entrada, a primera vista el monte parece un parque público común, pero hasta hace unos 15 años era un rincón abandonado plagado de matorrales y escondites de narcotraficantes. Con el tiempo, los evangélicos se fueron apropiando de él. Ahora está abierto 24 horas, porque no son pocos los que vienen aquí a pasar la noche orando o cumpliendo alguna promesa. “Aquí nadie te molesta, Dios está contigo, los ángeles están acampados. Pasar la noche con Cristo es lo mejor que hay”, decía convencido Lúcio Alves, habitual del lugar.
Los vecinos aseguran que hoy en día el monte es uno de los puntos más seguros del barrio. Los fieles acuden en solitario, con familiares o amigos, pero sin grandes aglomeraciones.
No se ven pastores micrófono en mano ni se escuchan los clásicos gritos de aleluya. El ambiente es de recogimiento.
Cada uno busca un rincón en el parque en el que orar tranquilo. Además, la mayoría destaca como punto positivo que en ese lugar pueden mantener un momento muy especial de intimidad con el Señor.
Los montes de oración evangélicos, son terrenos (en su gran mayoría públicos) que los evangélicos ocupan, administran y cuidan. En muchas ocasiones, después llega el poder público para ofrecer ayuda. El Ayuntamiento de Río, por ejemplo, invirtió en arreglar montes como el de Irajá, colocando bancos, rampas o papeleras.
“Diferentes iglesias comparten la gestión del espacio. En general no suele haber una iglesia dueña del monte, la gestión es descentralizada y compartida”.
En Río de Janeiro, el Ayuntamiento prometió recientemente reformar otros diez montes de oración e incluso construir un parque temático dedicado al cristianismo. El alcalde, Eduardo Paes, presentó el proyecto la pasada Navidad: “Será un espacio dedicado a la propagación y al ejercicio de la fe, un lugar de congregación, y para la realización de eventos religiosos que hará bien al cuerpo y el alma”, defendió. «El parque, que se llamará Tíerra Prometida, ocupará una superficie de 200.000 metros cuadrados en las afueras de Río de Janeiro y contará con auditorios, tiendas, restaurantes y una explanada para eventos donde cabrán 70.000 personas”.
“En la Biblia, las montañas están cargadas de simbología: desde la subida de Abraham para sacrificar a su hijo Isaac, la entrega de las tablas de la ley a Moisés o los 40 días de Jesús en el desierto”.
En el pequeño monte de Irajá, en Río, hay más palmeras tropicales que olivos y la iconografía religiosa es discreta: aunque sí hay versículos de la Biblia plantados entre la hierba, piras que aluden a las 12 tribus de Israel y una pared que imita el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, repleta de papelitos doblados entre las piedras.
Edición: Actualidad Evangélica para REVISTA EL ORADOR