Cuando Pablito se acercó a mí, me abrazó, y me dijo que estaba muy triste. Yo pude notar que había estado llorando, porque aún tenía lágrimas en sus ojos. Pablito es hijo único de una familia de nuestra iglesia, en donde Héctor Jr. es el pastor. La reunión de las damas de la iglesia que preparaban despensas para regalar durante la navidad acababa de terminar su reunión, cuando el padre de Pablito había llegado de su trabajo, y había comunicado a su esposa que había sido despedido, porque la compañía en la que trabajaba, había cerrado sus puertas debido a la pandemia.
Pablito alcanzó a escuchar a su papa cuando le decía a su mamá, que tristemente no iba a ser posible celebrar la navidad, porque deberían cuidar lo poco que le habían dado para poder sobrevivir el tiempo necesario hasta encontrar otro trabajo.
Y ahí fue cuando Pablito corrió hacia donde yo estaba y me abrazó para darme la noticia que, debido a la pandemia, ya no habría más navidad. Yo también lo abracé con mucho cariño, y le aseguré que la navidad no se había acabado; que nunca se iba a acabar, y que él recibiría su regalo tal como lo había recibido cada año. Y ahora era yo el que tenía lagrimas en mis ojos, porque no pude aguantarme cuando su rostro se iluminó de gozo. La verdad es que no me sorprendería si en muchos lugares del mundo, mayormente entre los niños, estarán pensando que, debido a la pandemia provocada por este virus mortal, el Covid-19, la navidad de este año va a pasar sin relevancia, sin fiestas, y sin las luces de colores a las que estamos acostumbrados. Puede ser que aún algunos adultos pensarán que los cantos y villancicos no se cantarán; o al menos no se cantarán con el gozo y la alegría usual, debido a los miles y miles que están sufriendo en los hospitales, o por haber perdido algún familiar, o amigo, víctima de este enemigo invisible y mortal, que de pronto apareció en el mundo.
Te invito a que meditemos por un momento en lo que está sucediendo en el mundo espiritual, que en realidad es el que está sustentando a nuestro mundo material. Sucede que Dios, creador y sustentador del universo, nos advirtió ya desde hace mucho tiempo que algo así podría pasar.
Él dijo a través del rey, y profeta David: “Nuestro Dios, el Dios supremo, llama a los habitantes de la tierra desde donde sale el sol hasta donde se pone… él deja ver su luz. ¡Ya viene nuestro Dios! Pero no viene en silencio: Delante de él viene un fuego que todo destruye; a su alrededor ruge la tormenta. Para juzgar a su pueblo, Dios llama como testigos al cielo y a la tierra. Y declara: “Que se pongan a mi lado los que me son fieles, los que han hecho un pacto conmigo y me ofrecieron un sacrificio” …Pero, al malvado, Dios le dice: “Tú no tienes ningún derecho de andar repitiendo mis leyes, ni de hablar siquiera de mi pacto, pues no quieres que te corrija ni tomas en cuenta mis palabras… Pero estás muy equivocado si crees que soy como tú… Ahora voy a reprenderte: voy a aclararte las cosas. Tu te olvidas de mí; y si no quieres que te destruya, sigue estos consejos; de lo contrario, no habrá quien te salve. Si de veras quieres honrarme, tráeme ofrendas de gratitud. Si corriges tu conducta, yo te salvaré” Salmo 50 (TLA) Yo creo que, si nosotros pudiéramos escuchar a Dios en este tiempo, pienso que escucharíamos las palabras “¡Te lo dije!” Porque si ya en otras ocasiones se ha podido sentir el rigor de Dios en el mundo, por habernos olvidado de Él; en estos tiempos: Los terremotos, los fuegos devastadores, las inundaciones, la muerte súbita de miles de animales en el mar y en la tierra, los potentes huracanes que destruyen pueblos enteros, y lo más sorpresivo; esta pandemia, que está diezmando a nuestra generación con millones de contagia dos, y miles y miles de muertos; yo creo que Dios nos está llamando la atención nuevamente, para darnos una nueva oportunidad. Que la verdad: ¡Pudiera ser la última! Antes de la Segunda venida de Jesús. Pero, ¿QUE NO HABRÁ NAVIDAD? ¡Eso es absolutamente imposible que suceda! Pudiera ser que la navidad a la cual ya nos hemos acostumbrado; en donde el invitado de honor es Santa Claus, o Papá Noel, etc.
Esta sí no pudiera tener, al menos en algunos lugares, el esplendor de años pasados, pero la verdadera Navidad, aquella que celebra y honra el nacimiento de Jesús, el Cristo; esta continuará resplandeciendo en el corazón de todos los escogidos de Dios, aquellos que le pertenecen; aquellos que han abierto su corazón y le han dicho: “Señor Jesús, nace en mi corazón y vive en él para siempre.” En todas estas personas resuenan alegremente las palabras del apóstol Pablo; “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada, (o pandemia)? Como está escrito: Antes, en todas están cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.”
Mi amigo, mi amiga; si durante la primera guerra mundial los dos enemigos proclamaron una tregua para celebrar juntos la navidad cantando villancicos, comiendo y tomando chocolate caliente; y en la segunda guerra mundial, también hubo una cena navideña entre soldados alemanes y soldados americanos; yo NO creo que durante esta “tercera guerra mundial,” en la que el mundo entero está luchando con un enemigo casi invisible, pero más letal que los enemigos de las guerras pasadas, pueda suspenderse la navidad.
¿Por qué? Porque la navidad se celebra en cada individuo agradecido por tener a Jesús, ya viviendo en él. Y es esto lo que provoca la fiesta, la celebración, los cantos navideños, y las luces de colores.
Es así como en un ambiente familiar en casa y con todas las familias del mundo, celebran y celebrarán cada año la navidad, hasta que Jesús regrese a esta tierra.
Celebremos con gozo junto con todos los Pablitos del mundo, que pensaban que las circunstancias adversas, podían destruir la celebración de la navidad.
Celebremos y brindemos por el nacimiento de Jesús; aquel que nos amó desde antes de la fundación del mundo, y con quién viviremos para siempre en el reino de los cielos. Así que celebremos con mucho gusto, y tengamos una alegre y ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!