Jim Caviezel, reconocido mundialmente por interpretar a Jesús en La Pasión de Cristo, declaró en una entrevista que la fama en este mundo carece de valor frente a ser conocido por Dios.
Compartió su testimonio en el programa Praise de la Cadena Cristiana TBN, relatando su historia de superación personal y la fortaleza de su fe.
Recordó cómo, en medio de traumas de infancia y desafíos personales, sintió la guía de Dios para asumir el papel que transformó su carrera.
Durante el rodaje, Caviezel libró intensas batallas físicas y espirituales.
Sufrió heridas reales, como un corte de 35 centímetros en la espalda, provocado por un latigazo accidental durante la filmación.
“Caí como cuando te quedas sin aire en un partido de fútbol. Yo vi a Dios”, expresó con emoción.
Afirmó que esta experiencia marcó profundamente su vida y confirmó su compromiso con su fe.
Después de protagonizar la cinta, Caviezel enfrentó críticas e insultos en la industria de Hollywood.
Frente a esas reacciones, declaró: “¿Quieres ser apreciado por muchos o amado por Uno? Yo quiero ser amado por Uno. Ese amor proviene solo de Dios”.
Reiteró que lo esencial no radica en el reconocimiento humano, sino en ser conocido por Dios.
Insistió en que el verdadero valor no se encuentra en recibir premios como los Oscar ni en figurar en salones de la fama terrenales.
“Dios tiene recompensas que Él entregará algún día. La multitud en la tierra pronto olvida, pero Dios nunca olvida. En su salón de la fama, por creer en su Hijo, tu nombre permanecerá para siempre”, afirmó.
Aconsejó mantener la perspectiva eterna y no cambiar lo celestial por lo terrenal.
Caviezel afirmó: “Prefiero ser un desconocido aquí y tener mi nombre allá arriba”.
Actualmente, se prepara para protagonizar La Resurrección de Cristo, segunda parte de La Pasión de Cristo, con grabaciones en los Estudios Cinecittà de Roma y locaciones en Italia.
Reveló que la filmación de la primera entrega le dejó un profundo dolor y una gran preocupación.
Sostuvo que la verdadera grandeza se mide por la fidelidad a Dios y el propósito eterno.
Recordó que la fama terrenal es pasajera, mientras que la recompensa celestial es eterna y concedida por la gracia de Cristo.
Su vida inspira a valorar lo eterno sobre lo temporal, a permanecer firmes en la fe y a buscar el reconocimiento de Dios más que el del mundo.
Invitó a no avergonzarse del Evangelio, a pesar de críticas y desafíos, recordando que toda verdadera recompensa proviene de lo alto.
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