Una decisión que cambia radicalmente la vida de las personas.
A pesar de llevar más de 40 años militando en la fe, todavía tengo viejos amigos que me siguen preguntando “¿por qué te hiciste evangélico?”. Algunos, por desconocimiento, creen que lo nuestro es como “una secta”.
No es fácil explicar esto a gente que no está dispuesta a entender. Pero lo primero que les comento es que con la fe en Cristo mi vida cobró sentido. Que dejó de estar vacía. Y que, obviamente, la forma de vivir de un cristiano está en las antípodas de lo que es una secta, sino que, al contrario, se recuperan los principios y valores que nunca debimos haber perdido.
Evidentemente, los que decidimos voluntariamente pagar un costo tan alto y perseveramos en ello toda la vida, lo hacemos porque lo que recibimos es muy valioso. Vivimos en una sociedad anti Dios, altamente materialista, donde el camino de los creyentes no es fácil, pero nosotros hemos aceptado el dolor, la vergüenza y una cierta forma de discriminación porque es uno de los costos de cargar la cruz que Dios nos encarga.
Un jovencito toma su cruz cuando, aun sabiendo que en el aula o en el club lo esperan la burla y el menosprecio, reconoce delante de sus compañeros que ama a Cristo. Un misionero toma su cruz cuando poniendo su vida en peligro decide predicar el Evangelio en lejanas tierras. Una familia toma su cruz cuando acepta que un hijo amado parta a otro país a servir al Señor. Una persona toma su cruz cuando debe soportar, con mansedumbre, los permanentes cuestionamientos de su propio entorno familiar.
Ser discípulo de Cristo no es un trabajo en el que cumples ocho horas y te vas a tu casa a descansar con tu familia. Ser discípulo es una vida. Una vida de 24 horas por 365 días al año. Yo, y miles de cristianos que conozco, soportamos casi todas las facetas de la incomprensión y la intolerancia. Pero lo llamativo es que no nos hemos movido. Y no pensamos movernos de esta forma de vida que, paralelamente, nos llena de gozo y de paz en el corazón.
“Si quieres seguirme, toma tu cruz y sígueme” Firmado: Jesús.
Y la recompensa es vivir de allí en más bajo Su Gracia. Algo que solamente los discípulos entienden y valoran en plenitud.