Cuando me acercaba a mis 16 años, me hice una pregunta que cambió mi vida: ¿Cómo puedo escribir mi nombre en el Libro de Dios?
El Libro de la Vida guarda los nombres de quienes reciben la vida eterna. Un día, Dios abrirá ese libro y buscará el tuyo.
La Palabra de Dios dice en Apocalipsis 20:15:
“Y aquel que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”
Cada persona tiene una cita con la eternidad. La Escritura enseña que “está establecido que el ser humano muera una vez, y después de esto el juicio.”
Pero hay una noticia gloriosa: hoy puedes escribir tu nombre en ese libro.
Millones lo hemos hecho, no por méritos propios, sino porque Cristo pagó el precio en la cruz, abriendo el camino de salvación para todos.
Cuando Cristo caminó por esta tierra, ya conocía tu nombre.
No solo pensó en ti, sino que oró por tu salvación mucho antes de que nacieras.
En Juan 17:20, Jesús ora diciendo:
“Padre… no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos.”
Esa oración incluye tu vida, tu historia y tu destino.
Te invito a leer el Evangelio de Juan, especialmente los capítulos 18 y 19, donde se narra la pasión y sacrificio de Cristo.
Detente un momento en Juan 19:34:
“Uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.”
Allí, Cristo entregó todo —su vida, su amor y su redención— para darte el derecho de escribir tu nombre en el Libro de la Vida.
Quizás te preguntes: ¿Cómo puedo anotar mi nombre en ese libro eterno?
La respuesta está en la fe:
“Cree en el Señor Jesús y serás salvo” (Hechos 16:31).
Y también:
“Si crees de todo corazón, serás aceptado por Dios; y si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, Dios te salvará” (Romanos 10:9).
Te invito a cerrar los ojos por un momento y mirar con el espíritu aquel viernes en el Gólgota.
Cristo fue coronado con espinas, sus manos y pies traspasados, y su costado abierto por una lanza.
En su agonía gritó: “Consumado es”, que significa: “La deuda está pagada.”
Tu deuda, mi deuda, fue cancelada con su sangre, para darnos vida eterna.
REDACCIÓN REVISTA EL ORADOR
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