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JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
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El renacer espiritual de Mr. T
Mr. T, el ex-luchador conocido por su carácter fuerte y su fama en los años ochenta, comparte cómo pasó de sentirse importante a descubrir su identidad como hijo de Dios. Su testimonio refleja una transformación profunda: comprendió que su valor no dependía del reconocimiento del mundo, sino de su relación con el Creador. En una entrevista con “Alabanza en TBN”, habló abiertamente sobre su fe y confesó que su mayor desafío fue aprender a perdonar. “Descubrí el perdón al leer cómo Jesús perdonaba y hasta decía que las personas no comprendían sus acciones”, relató.
Para Mr. T, la verdadera fortaleza espiritual surgió cuando reconoció su fragilidad humana y aceptó que el perdón libera más que la venganza.
Esa comprensión lo llevó a ver la vida como una oportunidad constante para servir y reflejar el amor de Dios.
Una prueba de perdón y obediencia
En una ocasión, un hombre le pidió que orara por su hijo enfermo de cáncer. Mr. T intercedió sinceramente, pero luego descubrió que esa persona hablaba mal de él a sus espaldas. “Pensé que sorprendería a ese tipo. Todavía no conocía completamente a Jesús, así que estaba como Pedro, a punto de arrancarle la oreja”, recordó. Poco después, el mismo hombre regresó para conversar sobre los problemas que afectaban a su familia. En ese momento, Dios lo persuadió de actuar con compasión en lugar de ira. “Al principio quise golpearlo, pero Dios me convenció de escucharlo”, confesó. Esa experiencia se convirtió en un punto de inflexión: eligió el perdón como camino y comprendió que su fe debía expresarse en acciones concretas. Desde entonces, cada encuentro se transformó en una oportunidad para aplicar lo que había aprendido del ejemplo de Cristo.
La enseñanza de una madre y una nueva forma de vivir
Mr. T reconoce que su madre fue su guía espiritual. Ella le enseñó a creer, orar y perdonar siguiendo el ejemplo de Jesús. También le inculcó que la iglesia no se limita a un edificio, sino que vive en cada creyente que comparte la fe dondequiera que va. “Cuando oro, digo: ‘Señor, cuando me vean, que te vean a ti; cuando me escuchen, que te escuchen”, expresó. Hoy, el ex-luchador vive en gratitud constante hacia Dios y reconoce su soberanía en todo. “Antes, cuando alguien me elogiaba, pensaba que era alguien. Ahora sé que no soy nadie, pero soy hijo de Dios”, afirmó. En su testimonio, deja claro que el verdadero triunfo no está en la fama ni en la fuerza física, sino en la humildad, el perdón y la entrega al propósito divino.
REDACCIÓN REVISTA EL ORADOR