Recuerdo que hace unos años me puse a analizar cuáles eran las características que diferenciaban a los cristianos (hombres y mujeres) que tanto me impactaban por su unción. Como director del diario El Puente conocí a muchos llenos del Espíritu Santo, hombres relevantes, llenos de luz, con un gran impacto en la sociedad. Me inquietaba saber qué cosas los hacían tan diferentes.
Hablé con muchos de ellos. Les pregunté muchas cosas. Los analicé en su forma de vivir y fui escribiendo todo lo que veía y escuchaba.
Y luego fui contando por todo el país el resultado del aquel humilde “análisis casero” como una invitación a imitarlos en su hondo compromiso con el Señor.
Detecté que tenían algunos puntos en común: todos eran cristianos de mucha oración, de profundo conocimiento bíblico y de vidas íntegras y coherentes.
Me gustaría compartirles a ustedes, mis queridos amigos del face, aunque más no sea en una apretada síntesis y en distintas columnas, algunas de las cosas que escribí en aquella ocasión. En un segmento de aquel análisis registré lo siguiente:
“Una de las primeras cosas que advertí en estos cristianos llenos del Señor fue que son dueños de una palabra llena de poder.
Y quiero aclarar que cuando digo una palabra llena de poder no me estoy refiriendo a quienes se ponen a gritar con estridencia para echar fuera demonios. Porque eso de que los demonios salen si gritamos es un mito. El poder que los hace huir pasa por otro lado.
Esta gente tiene, para decirlo en pocas palabras, “estatura de Cristo” y eso les coloca dinamita en sus labios. (Noté que algunos de ellos hablan muy bajo, pero igualmente son palabras de poder, llenas de edificación).
Conocemos un dicho que expresa: “Bien predica quien bien vive”. El detalle es que no dice “Bien predica quien bien habla”. Todos estos hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo predican con unción porque tienen detrás una vida que los respalda.
Porque el Reino de Dios no es bla, bla,bla. No es jarabe de pico. Es una vida transformada.
Noté que no todos los “grandes siervos” que coloqué bajo la lupa tienen facilidad de palabra. Varios tienen un vocabulario austero, y un tono muy bajo. Pero eso no es ningún impedimento porque tener una palabra poderosa es mucho más que tener facilidad de palabra o una voz atronadora.
Remarco esto porque a muchos el diablo los ha convencido de que si no tienen buena dicción no están en condiciones de servir con efectividad al Señor, que si no hablan bien son como discapacitados espirituales. Basta arrimarse a la Biblia para comprobar que dice todo lo contrario: “Porque el Reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Corintios 4:20).