Por más de cuarenta años he servido al Señor en varias capacidades, una de ellas es la consejería familiar. En muchos casos he visto cómo algunos padres confunden sus roles y, a su vez, crían hijos traumados y sin identidad. Cada una de estas historias me fueron contadas en el programa de radio o de televisión que he dirigido por veintisiete años, llamado ENCUENTRO (www.encuentro.ca).
Después de escuchar a tantos hijos culpar a sus padres, puedo afirmar que ser padres es un trabajo de tiempo completo y, en esta universidad, no hay espacio para cobardes. Hay que ser hombres, en todo el sentido de la palabra, para FORMAR, PROVEER y MODELAR a los hijos.
He escuchado y visto cómo algunos padres y madres piensan que sus hijos les privan de su libertad. Para cargar con la enorme responsabilidad que conlleva el tener, formar y cuidar un hijo, muestran conductas agresivas hacia aquella criatura, que no pidió ser traída al mundo y cuya presencia lo único que hace es llenar los hogares de alegría y bendición. Como dije en un capítulo anterior, la paternidad es un don maravilloso de Dios, quien la aprueba y bendice cuando esto se hace dentro de los lineamientos establecidos en Su Palabra.
Los hijos son la herencia de Jehová; una herencia para amar, para cuidar, para guiar, para atesorar. Aquí cito lo que dice la versión de La Biblia para Todos: “Los hijos son la herencia que nos da el Señor; los frutos del vientre son la recompensa que viene de Dios”.
Al enfrentar el cambio y la responsabilidad que conlleva criar un hijo y sacarlo adelante, no todos los padres asumen como se debe ese papel. Por esto se pierden una de las más grandes bendiciones de Dios. La formación de un hijo no significa solamente proveer lo que necesita para que crezca sano, sino también enseñarle cómo debe de ser su conducta en el hogar, en la escuela y en la sociedad. Nuestro trabajo es que ellos amen los libros, la educación y, sobre todo, que con nuestro comportamiento se enamoren de Dios. Yo, como padre soy el MODELO que mis hijos deben de seguir. No es el profesor ni sus ídolos del cine, sino tú y yo los que hemos aceptado el reto de ser llamados “papá”.
El apóstol Pedro, dice esto sobre las mujeres, que también es aplicable para los hombres, ya que el tema al final es la congruencia de nuestra fe: “Considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.” 1 Pedro 3:2-4 (Énfasis del autor).
Mostrar constantemente el amor, debe de ser parte de la enseñanza. No permita que las heridas de su pasado definan el modo en que usted corrige a sus hijos. Es cierto que tenemos que educar y corregir a nuestros hijos, pero hay que hacerlo con amor y justicia. Que sus hijos sepan que usted nos corrige porque los ama y que lo hace con moderación y autocontrol. Castigar no es abusar. La Biblia nos recuerda en Proverbios 29:15: “Con la vara y la corrección se aprende, pero el hijo malcriado avergüenza a su mamá.” (Versión Palabra de Dios para Todos). Y el verso 17 del mismo proverbio, dice: “Corrige a tu hijo y vivirás en paz; te sentirás orgulloso de él.”